"Pero, son los elementos que obstaculizan nuestro camino, los que nos ayudan a dar valor a lo que poseemos y a encontrar la manera de obtener algunas cosas que no poseemos. Es así que valoramos la salud cuando estamos enfermos, valoramos el amor cuando se aleja alguien importante de nuestra vida, valoramos el dinero cuando por alguna circunstancia nos quedamos sin el ingreso para los gastos cotidianos. Entonces, debemos detenernos cuando estamos transitando una buena etapa en cualquier aspecto, para disfrutar la dicha de contar con alguien o algo que nos hace feliz."
YO
21 de abril de 2018: Hoy empecé a escribir este libro. Voy a tratar de seguir una cronología de los acontecimientos que ocurrieron en el transcurso de mi vida y a incorporar la mayor cantidad de datos genealógicos para que algún integrante de mi familia continúe enriqueciendo nuestro árbol.
Nací en la ciudad de La Plata (en esa época ciudad Eva Perón), el 7 de marzo de 1955 y permanecí en esa ciudad hasta los 35 años. –
Desde mi nacimiento hasta los 2 años viví con mis padres en la calle 21 N°1462. Luego nos mudamos a la calle 4 N°1924. Aproximadamente cuando yo tenía 7 años, mis padres se divorciaron. Mi madre se fue a vivir a la casa de mi abuela en la calle 57 N°329 hasta el 11 de diciembre de 1969, fecha en que falleció de cáncer de mama. Desde 1964, en que falleció mi bisabuela materna, hasta 1971, todos los años falleció un familiar cercano de parte de mi madre. –
A partir de la separación de mis padres viví un tiempo con mi papá y otro con mi mamá. Por ese motivo es que fui cambiando de escuela en la etapa primaria. –
A veces me pongo a pensar en las cosas que me ocurren, tanto buenas como las supuestamente malas. Digo supuestamente porque cuando ocurren cosas negativas, generalmente nos ayudan a pensar en otras alternativas para solucionar algo o nos ayudan a tomar la decisión de tomar ese camino que no nos animábamos a seguir, el cual nos ayuda a crecer mental o emocionalmente. Agudizamos el ingenio y si sabemos aprovechar esos momentos, seguramente siempre concluiremos en que aprendimos algo. –
Los acontecimientos positivos se disfrutan y los negativos nos enseñan a vivir. Algo tan simple y que mucha gente no se da cuenta lo que significa “vivir”. Algunos entienden que vivir en el aspecto laboral es trabajar (si es posible en lo que a uno le gusta) y disfrutar de la remuneración. En lo sentimental, encontrar la persona ideal y llevar una vida acorde a lo que se deseó con esa pareja. En lo individual, contar con una salud aceptable como para desenvolverse y cumplir con nuestras metas a corto y largo plazo. –
Pero, son los elementos que obstaculizan nuestro camino, los que nos ayudan a dar valor a lo que poseemos y a encontrar la manera de obtener algunas cosas que no poseemos. Es así que valoramos la salud cuando estamos enfermos, valoramos el amor cuando se aleja alguien importante de nuestra vida, valoramos el dinero cuando por alguna circunstancia nos quedamos sin el ingreso para los gastos cotidianos. Entonces, debemos detenernos cuando estamos transitando una buena etapa en cualquier aspecto, para disfrutar la dicha de contar con alguien o algo que nos hace feliz. –
Asimismo, debemos estar agradecidos que nos ocurran acontecimientos que momentáneamente sean negativos. Cuando en la vida se nos cruzan personas que nos perjudican por algo que hacen o dicen, la primera reacción nuestra es luchar para revertir alguna acción o ponernos a pensar como hacemos para tomar revancha. Esa actitud nos lleva tiempo, esfuerzo y tal vez recursos económicos, que en conclusión no nos deja nada positivo. En cambio, de esa actitud, debemos pensar que las cosas ocurren por algún motivo y ese motivo fue algo que dijimos o hicimos nosotros. –
Cada acción lleva a una reacción. Entonces pensemos que lo que nos pasa, tanto lo positivo como lo negativo, no es casualidad ni está escrito en nuestro destino o es un deseo que nos mandó alguien. Nuestro destino lo hacemos nosotros con nuestros pensamientos y nuestras actitudes.
Pensemos, qué hicimos para que algo salga de manera diferente a la que esperábamos, o de la misma manera, qué hicimos para que algo nos resulte beneficioso
De esta forma no malgastamos nuestra energía y nuestro tiempo en realizar cosas que no nos benefician en nada. Está muy bien que no todos pensemos de la misma manera. Eso nos enriquece intelectual y espiritualmente. –
Yo era una persona que discutía frecuentemente porque las cosas no salían a la perfección, (mejor dicho, como yo quería), hasta que me di cuenta que no puedo pretender la perfección a mi alrededor si yo no soy perfecto. –
Cuando existen conductas de ese tipo, en mi caso particular, las pude cambiar mirándome al espejo y criticarme cuando algo no salió como esperaba, enojándome con ese que está en el espejo y reprenderlo cuando reaccionó de una manera que no corresponde. También se debe tener una sonrisa, una palabra de aliento o una felicitación cuando se está conforme con los acontecimientos. Esto funciona como un auto estímulo positivo. –
Eso me ayudó muchísimo para mejorar la relación con las personas porque cuando uno esta tranquilo consigo mismo, produce una energía positiva que se percibe hasta en una conversación telefónica. En lo personal, este cambio de actitud me llevó a vivir menos estresado y mejorar por consiguiente mi presión arterial, mi colesterol, mi estado de ánimo a tal punto de abandonar toda la medicación que tomaba para esas afecciones y que además hacían un efecto relativo. –
En conclusión, al mejorar mi salud vivo en mejor condición y puedo “vivir” y no sobrevivir
La vida no es corta ni es larga, tiene la duración exacta para permitirnos desarrollarnos y crear cosas para continuar en el recuerdo de los que se cruzaron en nuestro camino. Depende exclusivamente de nosotros que esos recuerdos sean agradables o desagradables para esos seres que en algún momento se vincularon con nosotros en el transcurso de nuestro paso por este mundo. Porque es en esas personas, en las que prolongamos nuestra existencia, aunque no estemos físicamente. –
ESTUDIOS
Cursé mis estudios primarios entre 1961 y 1963, en la escuela N°15, José Manuel Estrada de la calle 4 entre 61 y 62. –
Luego pasé al Saint Simon donde cursaba castellano en horario de mañana e inglés a la tarde. Hasta los 12 años permanecí en el mismo establecimiento y el último año de la primaria lo cursé en la Escuela N°66, de la calle Diagonal 79 y 116, en 1968. –
La etapa del secundario, entre 1967 y 1973, la desarrollé en el colegio Carlos N. Vergara en la calle 4 entre 35 y 36, el cual era un colegio piloto, es decir que se practicaba la enseñanza de modo experimental. Cursaba de lunes a viernes mañana y tarde y los sábados a la mañana. Las horas cátedra eran de 80 minutos y no graduábamos con los Títulos de Bachiller y Perito Mercantil. –
Comencé con 13 materias y finalicé sexto año con 19 materias. A parte de las materias comunes:
Biología, en la cual contábamos con un microscopio por alumno
Taquigrafía y Mecanografía, donde teníamos una máquina Olivetti para cada uno
Lengua y Literatura
Historia
Geografía
Dibujo
Música
Matemáticas
Física
Química
Contabilidad
Educación Física
Carpintería y Hojalatería
Electricidad
Matemáticas Financiera
Inglés
Francés
Historia del arte
Periodismo
Fue una etapa excelente de mi vida, no solamente por el estudio, sino también por el vínculo entre mis compañeros. Los amigos que hice en esa etapa, todavía los sigo viendo o nos mantenemos comunicados. Además de primero a tercer año teníamos una psicóloga por cada curso de 23 alumnos. –
Ingresé a la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de La Plata en 1974, finalizando mis estudios el 17 de diciembre de 1985 y me entregaron la matrícula en abril de 1986. –
Cuando terminé de cursar segundo año, empecé a hacer guardias en el Hospital Alejandro Korn de la localidad de Melchor Romero. Luego continué en el mismo hospital haciendo la Residencia en Anestesiología. –
Cuando finalicé la especialidad iba a hacer la jefatura de residencia, pero opté por empezar a trabajar, aunque no en la especialidad. En 1992 comencé la especialidad de Médico Legista, en el Colegio Médico de Mar del Plata (por entonces estaba viviendo en la ciudad de Lobería), la cual finalicé en 1995. –
Durante mi paso por la ciudad de Lobería, hice el curso de Radioaficionado obteniendo la matrícula LW4DTC. En esa época no había teléfonos celulares y necesitaba estar comunicado con el hospital y la policía. Así que compré dos equipos de radio e instalé uno en mi casa y otro en el auto. De esta manera podía moverme con libertad y estar comunicado. –
Cuando me fui a vivir a Mar del Plata, en 1999, entré a trabajar en el Hospital Materno Infantil, donde hice la especialidad de Anestesia en Pediatría, pero no rendí el examen. Desde el 1 de diciembre de 2001 hasta el 18 de agosto de 2009, hice 1132 anestesias. Pero faltan agregar las que realicé desde el 1 de mayo de 1991 hasta agosto de 1999, ya que desde esta fecha hasta 2001 no hice anestesias, dedicándome a mi trabajo en Policía y guardias de clínica y terapia intensiva. –
Cuando estuve viviendo en Villa Gesell, hice el curso de Técnico en Apicultura. Comencé dicha actividad hermosa, pero no la pude seguir debido a la carga horaria que tenía en las localidades donde trabajaba. –
MI VIDA LABORAL
Desde muy chicos pensamos a veces, porqué motivo debemos trabajar. Las respuestas son infinitas, pero en la infancia razonamos que con el trabajo podremos comprarnos ese juguete que tanto nos gusta y así satisfacer una necesidad de sentirnos bien. A medida que crecemos y ya comenzando con algún trabajo en la adolescencia, las ambiciones son otras. Pensamos en ropa, salidas, movilidad y esparcimiento. De adultos, en general, nuestro trabajo supera nuestras necesidades, entonces adquirimos cosas que muchas veces no son necesarias, ni siquiera para sentirnos alegres, aunque sea por un rato, eso es comprar por gastar en algo. Es cierto que el consumismo es un sistema creado para adquirir elementos innecesarios, y todos los caminos están preparados para llegar a eso.
Así nos vamos cargando de cosas que nos hacen más pesado caminar por la vida
Está en cada uno tomar conciencia de qué cosas son las que nos hacen falta y sin un pensamiento ambicioso, trabajar para vivir y no vivir para trabajar. Si todos procediéramos con esa premisa, sobrarían puestos de trabajo y no habría desocupación. Viviríamos menos estresados y más armónicamente. –
Yo escribo esto ahora porque me di cuenta que:
Los seres humanos tenemos dos vidas, la segunda empieza cuando nos damos cuenta que tenemos una sola
Cunando comencé a trabajar, entré en esa vorágine sin final que es “la carrera del burro con la zanahoria”, y por muchos años hice lo que el sistema me indicó, hasta que un día tuve que dejar de trabajar de manera abrupta y creo que esa circunstancia llegó, como todas las cosas, en el momento justo. La etapa laboral me sirvió para poder realizar algunas cosas que quería:
✔ Tener mi casa
✔ Tener un auto cero km
✔ Poder viajar con mi familia a Europa holgadamente
✔ Brindar todo el apoyo económico para que mis hijas estudien y se encaminen laboralmente
✔ Comprarme la casa rodante que quería
✔ Festejar mi cumpleaños en un Crucero
✔ Salir de vacaciones a donde quise sin privaciones
✔ Compartir salidas con mis amigos sin restringirme
Si bien mis trabajos me brindaron la posibilidad de realizar todas estas cosas y algunas más, se deben hacer algunas salvedades importantes en el transcurso de esos acontecimientos. Cuando se piensa en una casa, no es necesaria una mansión para vivir confortablemente. Cuando compramos un auto 0km, no es necesario un Rolls Royce. Si queremos viajar al exterior, no es necesario dar la vuelta al mundo. Para el estudio de nuestros hijos no es preciso pagar una formación en Oxford; la mayoría de las personas que han sobresalido por su inteligencia, surgieron de instituciones públicas o privadas de poco prestigio. Si bien uno de mis sueños fue tener una casa rodante, no es necesario gastar u$s 1.000.000 para ello. No es necesario tampoco festejar todos los cumpleaños en un crucero. Para ir de vacaciones, no es importante a donde se va, sino con quien se va. Para salir con amigos a pasar un rato agradable, no es necesario ir a un restaurante 5 tenedores. –
Entonces si analizamos las cosas desde lo que nos hace sentir placer, debemos pensar que el dinero nos debe servir para disfrutar, sin importar la magnitud de lo que hagamos, y para disfrutar no se debe tener en cuenta la meta donde queremos llegar. Los logros sirven como referencia para culminar algo que estuvimos haciendo, pero la felicidad la tenemos en el transcurso para llegar a ese logro. Sino, entramos en una carrera sin fin, logramos terminar algo y ya estaremos pensando en el próximo resultado y eso no tiene límite. –
Dije que dejé de trabajar por circunstancias que llegaron en el momento justo, porque creo que todo lo que nos pasa llega en el momento justo. Hay situaciones que nos llenan de satisfacción y llegan para levantarnos o hacernos sentir mejor y darnos ánimo. Las adversidades también nos hacen bien, ellas nos ayudan a aprender, a frenar esa carrera sin sentido, a recapacitar, a valorar cosas que habíamos pasado por alto y llegan en un momento que todavía estamos a tiempo para resolver problemas, cambiar maneras de hacer las cosas o formas de pensar y replantearnos la vida para realmente “disfrutarla”. –
No debemos forzar situaciones, solamente debemos prestar atención a todo lo que nos pasa delante nuestro todos los días y tener la inteligencia y calma suficiente para elegir con qué nos quedamos y qué rechazamos para sentirnos bien. Tenemos que tener bien claro cual es nuestro orden de valores de las cosas y obrar en función de eso. –
En fin, después de esta introducción laboral paso a describir mi vida laboral. Se darán cuenta que algunas de las cosas que acabo de escribir son opuestas a lo que hice. Gracias a la forma en que trabajé, conseguí muchas cosas, pero por causa de mi trabajo también perdí cosas muy importantes. Decía un poeta:
“No siempre gana distancia
El hombre que más camina,
A veces por ignorancia
Andar se vuelve rutina.
No por gastar los zapatos
Se sabe más de la vida,
Ni poco, ni demasiado,
Todo es cuestión de medida
Comencé a trabajar a los 16 años en un negocio que tenía mi padre en sociedad, dedicado a la venta de accesorios de automotores, ADASA es el nombre. Allí estuve cinco temporadas de verano, realizando diferentes tareas: en el depósito, en la caja, haciendo trámites bancarios, repartiendo pedidos a talleres, en el mostrador. Eso me enseñó algo fundamental para desarrollarme, respeto por lo que hago, disciplina y responsabilidad. –
A los 17 años durante el verano trabajaba en ADASA por la mañana y a la tarde iba a un taller de chapa y pintura. Ocurría que mi mamá falleció cuando yo tenía 14 años y me dejó su auto, un Fiat 600, pero mi papá me dijo que lo iba a manejar cuando cumpliera los 18. También dijo que como el auto se había deteriorado por estar parado, tenía que aprender y trabajar para ponerlo en condiciones. En conclusión, aprendí a pintar autos y a hacer arreglos de chapa (en aquella época la chapa se arreglaba según el deterioro). –
A los 18 años, tuve mi primer trabajo fuera del ámbito familiar. Conseguí la temporada de verano en una heladería. Pero como no sabía servir, me mandaron a sótano a fabricar helados. En los ratos libres practicaba para servir y de esa manera “ascendí”… al mostrador. Claro, ese trabajo era a la tarde y hasta el cierre, pero por la mañana iba a trabajar a ADASA. Mi padre me dijo que en verano era mi trabajo fijo y que si quería que consiguiera otra cosa en otro horario. –
A los 21 años de edad, como era costumbre, durante el verano trabajé en el negocio de mi padre, pero no me pagó un mes y no dije nada. Cuando no me pagó el segundo mes, le pregunté porque no cobraba y me dijo que no me iba a pagar (por ese motivo deje el trabajo). Me dijo que debía trabajar porque eso en un futuro iba a ser mío. No me conformaron sus palabras y con toda la bronca pensé como me iba a cobrar esos dos meses. Esto me puso en una situación que me enseñó como agudizar el ingenio para sortear momentos complicados. Me llevé del negocio artículos por el valor de lo que me debían y después iba a ver que hacía. –
En ese año tuve una discusión muy fuerte con mi padre y nos distanciamos por tres años. Me fui a vivir con mis tíos, Any y Guillermo, y mi tío me dijo: “cuando uno cierra una puerta de mala manera, no debe volver a abrirla para pedir algo”. De mi nuevo domicilio, tenía que tomar dos micros para ir a la Facultad, necesitaba moverme en la ciudad y sin ingresos. Entonces con los artículos que tenía del negocio, armé bolsas con surtidos de accesorios y me fui a las empresas de micros en las que viajaba, a venderle a los choferes. Así me hice conocer y no sólo recuperé lo que había dejado de cobrar en sueldos, sino que además no pagaba boletos porque los choferes me conocían. Así solucioné parte del problema económico por un año. –
A los 22 años, ya no iba a tener que trabajar con mi padre y fui a ver a un conocido que se había comprado un micro para hacer viajes. Lo convencí para sacarle todos los asientos y nos fuimos al norte a comprar sandías, pusimos un puesto en la calle en 7 y 72 de la ciudad de La Plata y vendimos todo el verano. Nos rindió muy bien, pero fue muy sacrificado. Al terminar el verano repartimos las ganancias a medias y me alcanzó para vivir siete meses hasta que conseguí por medio de la Facultad, entrar en IOMA (Instituto de Obra Médico Asistencial) en el área de auditoría médica, donde estuve menos de un año. –
En 1978 fue el Campeonato Mundial de futbol en Argentina y comenzó la televisión en color. Vi la oportunidad de hacer algo extra los fines de semana, ya que estaba libre de la Facultad. Fui a ver al socio de mi papá y le pedí si me prestaba la camioneta del negocio desde el viernes cuando cerraban el negocio hasta el lunes a la mañana. Empecé a levantar pedidos de mercadería que estaba más barata en Brasil (entre esas cosas, televisores color) y me iba desde La Plata hasta el Paso Internacional de Santo Tomé, pasaba a Brasil, cargaba mercadería, me iba hasta Posadas, Misiones y descargaba las cosas en casa de unos amigos. Pasaba a Encarnación, Paraguay, volvía a Posadas a cargar todo y me volvía a La Plata. Hacía cerca de 2500 km en dos días y medio. Eso lo hice durante cuatro o cinco meses hasta que dejó de convenir comprar en Brasil. –
Ese mismo año en la Facultad entré como ayudante rentado en la Cátedra de Patología, donde permanecí dos años. –
Debido a los horarios cambiantes de la Facultad, me resultaba difícil encontrar un trabajo, pero justo a la vuelta de mi casa, una enfermera abrió un Gabinete de Enfermería, así que compré una bicicleta y trabajé con ella tres años. También semana por medio viajaba un día a Buenos Aires a los remates de Aduana que hacía el Banco de la Ciudad. Allí compraba insumos médicos y los vendía en La Plata a clínicas y médicos particulares. Ya estaba avanzado en la carrera y de esa manera me hacía conocido en el ambiente médico para conseguir trabajo después de recibido. –
También empecé a hacer guardias como practicante en el Hospital Alejandro Korn de Melchor Romero, los días sábados para no interferir con el estudio. El jefe de guardia me dijo el primer día que no iba a cobrar nada pero que me iba a exigir como si cobrara. Me autorizaba a faltar dos sábados al año para vacaciones, debía cumplir con el horario de entrada y salida y si tenía que estudiar, me llevara los libros al hospital. Ahí entendí lo que me enseñó mi papá que a veces hay que trabajar sin cobrar, con el único beneficio de aprender. No obstante, yo deseaba que llegue el sábado para ir al hospital. Estuve cinco años en la guardia del sábado y aprendí a dejar en segundo plano salidas, fiestas, cumpleaños, navidad, etc. Siempre primero estuvo el hospital, y así fue durante treinta y un años. –
El 1 de enero de 1990 entré como médico forense en la Policía de la Provincia de Buenos Aires y a partir de marzo empecé a trabajar. Mi primer destino fue en el Cuerpo Médico de La Matanza, un lugar donde no se para un minuto de trabajar. A los cinco meses conseguí el pase a Mar del Plata. En marzo de 1991 gané el concurso para trabajar en el hospital Gaspar Campos de Lobería y el 1 de mayo me mudé con Adriana a esa ciudad. Me dieron el pase de Policía en un día porque en Lobería no había médico de Policía. Quiere decir que era el único anestesiólogo y médico de Policía de la ciudad. También me llamaron para trabajar en la clínica Lobería así que tenía tres ingresos. –
En el verano de 1991 trabajé en Semir, una empresa de ambulancias de Miramar. Supuestamente entré como socio y al finalizar el verano, como no tenía nada firmado, el dueño de la empresa me echó y no cobré nada habiendo trabajado seis días a la semana. No obstante, esa mala experiencia siempre confié en la palabra de la gente. –